Chesire Cat, o Gato Risón, como nos lo tradujo el gigante Disney. Ese gran gato rayado de sonrisa inquietante que nació del genio de Lewis Carroll. Siendo el único que escucha a la pobre Alicia, le muestra, con lógica irrefutable, que las cosas muchas veces son más sencillas de lo que parecen... y le muestra también... que la lógica, compinchada con el lenguaje, puede hacer evidente hasta lo imposible.
Al ver a Alicia, el gato mostró su amplia sonrisa... "¡Este gato esta siempre de buen humor!", pensó la niña... Pero, al ver sus afiladas garras y su larga hilera de dientes, pensó que no estaría de más guardar las distancias.
- Minino de Chesire -comenzó a decir Alicia de forma algo tímida, porque no sabía muy bien si le iba a gustar el nombre que le había dado... El gato extendió aún más su sonrisa.
"Parece que le ha gustado", pensó Alicia y continuó en voz alta:
-¿Podría usted indicarme, por favor, la dirección que debo seguir?
- Eso depende -le contestó el Gato- de a donde quieras ir.
- No me importa el lugar... -dijo Alicia.
- En ese caso - le contestó el Gato- tampoco importa la dirección que tomes.
- ... adonde me dirijo -continuó Alicia-, ¡con tal de llegar a algún lado!
- ¡Eso es fácil! -le contestó el Gato- ¡No tienes más que seguir andando!
¿Cómo negar la lógica aplastante de las palabras del Gato? Alicia prefirió cambiar de tercio:
- ¿Qué clase de personas viven aquí?
- En esa dirección -dijo el Gato, indicando con su pata derecha- vive un Sombrerero, y en esa otra -dijo señalando con la otra pata- vive una Liebre de Marzo... Puedes visitar a quien gustes..., ¡los dos están igual de locos!
- Pero si yo no quiero estar entre locos... -objetó la niña.
- Eso es algo que no puedes remediar -le contestó el Gato-, porque aquí... ¡todos lo estamos! ¡Yo lo estoy...! ¡Y tú también lo estás!
- ¿Cómo sabe que estoy loca? - le preguntó la niña.
- Tienes que estarlo -le dijo el Gato-, porque de lo contrario... ¡no estarías aquí!
Alicia no creía que eso fuera una prueba irrefutable, pero decidió pasarlo por alto y siguió preguntando:
- ¿Y cómo podría probarme que está usted loco?
- ¡Eso es fácil! -le comentó el Gato-. Comencemos. Premisa mayor. El perro no es un animal loco. ¿Estás de acuerdo?
- Supongo que sí -dijo Alicia.
- Bien. Premisa menor. El perro gruñe cuando está enfadado y mueve la cola cuando está contento. Yo hago justamente lo contrario. Muevo el rabo cuando estoy enfadado y gruño cuando estoy contento. Luego... ¡yo estoy loco!
(...)
¡Y hágame el favor de no aparecer y desaparecer de forma tan súbita! ¡Me está usted mareando!
- ¡Cómo gustes! -le dijo el Gato.
Y en esta ocasión se esfumó muy lentamente, empezando por el extremo de la cola y acabando por la sonrisa de su boca, que permaneció flotando en el aire cuando ya el resto del cuerpo había desaparecido.
2 trazos:
"Tienes que estarlo, porque de lo contrario... ¡no estarías aquí!"
De una obviedad abrumadora. A veces damos por hecho que nosotros somos los cuerdos y el mundo no lo es tanto.
Aprender a ver la vida desde los ojos de un loco enseña a uno a ver las cosas desde el otro lado del espejo.
Loco como el que más y a mucha honra.
¿Quién esta loco, Alicia que pretende llegar a ninguna parte, o el Gato qué razona con perfecta lógica?
Tal vez este libro sea un necesario toque de atención para volver a mirar a nuestro alrededor y sorprendernos de que el mundo sea como es.
Mientras tanto, ¡no perdamos nuestra deliciosa locura!
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