Ahora sabemos que leer a Goethe y a Rilque, disfrutar con Mozart o Bach, es compatible con matar a millones de inocentes. Después del Siglo de las Luces, después de las Exposiciones Internacionales de París, Londres y Barcelona, cimas de la confianza liberal burguesa, surge el horror de los campos de la muerte en Rusia y Alemania, las grandes matanzas, dos guerras mundiales entre 1914 y 1945. Setenta millones de hombres, mujeres y niños perecen en Europa, ya sea en los campos de batalla o por hambre, por deportación y torturas, en campos de exterminio y cámaras de gas. Sólo en Verdún, la cifra inconcebible de medio millón de muertos.
Nada nos había preparado para el siglo XX. Con Kant se hablaba de paz universal, de guerra local profesional. Así que el primer problema, contra el que lucho en todos mis libros y en toda mi enseñanza, es muy simple: ¿por qué las humanidades y la razón no nos han dado protección alguna contra lo inhumano? Ni la gran literatura, ni la música o el arte han podido impedir la barbarie total. En realidad, se han convertido en ornamento de esa barbarie, en un hermoso marco para el horror.
¿Por qué la cultura no impide la barbarie? No lo sé. Yo he planteado el problema y espero una respuesta.
Yo: ¿Y estamos preparados para el S XXI?