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lunes, 26 de abril de 2010

Haiku VI



La primavera

está, flota en el aire,

todo pelusa.

viernes, 9 de abril de 2010

La "segunda palabra"

Otra vez de regreso, traigo de nuevo a colación el tema abierto en El Austin irracional, que tanta polémica y discusiones suscitó, gracias a la atenta mirada de Caracol Tigre. Creo que con esta nota podré aclarar el punto principal.

El quid del asunto está en un estrato más profundo que la mera discusión sobre si las palabras son válidas para estudiar la verdad a través de ellas o no, que ya de por sí es sumamente interesante. Se trata, considero, de un peligro que acecha a casi todos los grandes pensadores, si no se andan con pies de plomo. Y es que si la búsqueda del filósofo es la de la verdad, a menudo, sin pretenderlo, la reducen para que encaje en su sistema del modo más apropiado. (A este respecto, resulta muy interesante el ensayo de Enrique Alarcón El debate sobre la verdad.)

En el caso de Austin, he de concretar que, como Caracol Tigre ha hecho notar, debería ceñirme a hablar específicamente de las realidades humanas, que es a las que él dedica su atención, y no necesariamente de las naturales o metafísicas. Hablando de estas realidades, realiza una pormenorizada teoría sobre los actos del habla qua va poco a poco arrojando luz sobre las diferentes situaciones humanas. Hasta aquí la primera palabra de la filosofía. Bien.

Ahora, ¿dónde empieza la "segunda palabra"? ¿Por dónde continuar la inquisición filosófica, en qué parte de la muy detallada doctrina de Austin se encuentra la línea abierta a posterior ampliación? Es en ese sentido que quiero decir que la verdad se resiente de la empresa austiniana. Por que, aunque no la trate directamente, establece para ella unos criterios tales que no es posible, por la misma senda que él marcó, desarrollar una teoría de la verdad más allá de sus criterios lingüísticos. Es preciso, por el contrario, salir del sistema de Austin para poder ampliarlo. En lugar de llevar en su interior su propio método de crecimiento, porta su misma desmantelación.

Con ello no quiero dejar de beneficiar a Austin de la duda de que él mismo no estuviera advertido de esta dificultad, y considerara su propio proyecto el análisis de una parcela restringida de la realidad, la lingüística, que no se identifica (ni siquiera, me permito parafrasear a Wittgenstien, en su aspecto estructural) con la realidad en su conjunto. Posiblemente sea así, pero cabe la posibilidad de darle la lectura que he hecho notar antes, y por esa razón deseo dejar está nota de advertencia para posibles incondicionales de este brillante inglés que, tal vez sin pretenderlo, puedan terminar dando un golpe bajo a la filosofía, quizá incluso sin recordar dónde lo leyeron...