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jueves, 12 de febrero de 2009

Tratado de un genio

El Tractatus de Wittgenstein supone para quien lo lee una especie de catarsis. Tal vez sea la combinación con su carismática personalidad, o su paradigmática biografía, lo que hace que la lectura de su obra me resulte tan emocionante. Tal vez simplemente me siento identificada con su personalidad. Me pregunto si, de haber podido conocer mejor las biografías de otros genios de la antigüedad, sentiríamos lo mismo ante sus libros.

Lo curioso es que ni siquiera estoy de acuerdo con la mayoría de las cosas que dice (con otras sí). Seguramente me encuentre más cerca de la filosofía del segundo Wittgenstein. Con todo, el planteamiento de ideas, el modo de pensar, de concebir la filosofía del primero, no puede ser pasado por alto.

A pesar de sus errores –de los que él mismo se dio cuenta más adelante en su vida- ese libro tiene la propiedad de hacer pensar, de abrir nuevos horizontes, no tanto en el contenido como en la forma. O tal vez, de nuevo, esté mezclando vida y obra –si es que eso supone un problema-. El conocimiento de su versatilidad: filósofo, músico, arquitecto e ingeniero, y de su coherencia entre vida y filosofía, me llena de un enorme optimismo a pesar de que muchos hayan tachado, con o sin razón, su existencia de trágica.

Creo que se pueden hacer grandes cosas. La excusa de “es que él era un genio”, me parece pobre. Hay una enorme potencialidad a mi alrededor, muchas veces opacada por timidez, por un “es que esta asignatura no me gusta tanto”, o por un “no soy tan inteligente como creéis”. Cuando en realidad, llegando al límite de sus posibilidades, buscando su propia perfección podrían, podríamos, ser los genios de nuestra vida.

Wittgenstein, su Tractatus, su vida, tienen la virtud de hacer creíble esta afirmación. A veces, buscando la perfección académica, las altas calificaciones, la idea genial, nos olvidamos de explotar lo que ya tenemos. Nadie duda de los muchos errores de Wittgenstein –aunque sólo sea porque a distintas edades dice cosas diferentes-, como tampoco nadie duda de su genialidad.

Y seguramente, lo más fascinante de este hombre no está en lo que quiso escribir, ni lo que no escribió, sino en lo que no se dio cuenta de que sí escribió. Me explico: en el Tractatus afirma que de lo que no se puede hablar hay que callar, y que las proposiciones metafísicas se encuentran en ese ámbito, de hecho, ni siquiera son proposiciones. Y sin embargo, él mismo elabora una cierta cantidad de aforismos de gran calado metafísico. Se protege diciendo que quien los comprenda verá que son absurdos, que no dicen, sino que muestran una realidad a la que accedemos ya sin ellas.

Genial, absurdo.

Después afirma dramáticamente que se había equivocado en todo[1]. De lo que no se dio cuenta –o al menos no lo escribió- fue de que, en realidad, la diferencia entre sus concepciones filosóficas no era tan grande ni tan traumática. Porque él, en el Tractatus, había empleado las posibilidades del lenguaje natural en la práctica, tal y como lo vio después en la teoría. La posibilidad de descubrir algo más allá de lo que expresa la propia proposición. Porque es cierto, no todo se puede describir con la claridad de las ciencias naturales. Hay cosas que hay que mostrar. Por eso, un sentimiento se comprende mejor en una buena poesía que en una clase de psicología. Se siente, aunque la poesía en cuestión hable de cualquier cosa menos de dicho sentimiento. Lo que Wittgenstein tardó mucho más en ver es que ese método también podía ser adecuado para la filosofía. Tardó, debo decir, en verlo en la teoría, porque en la práctica siempre lo supo. Pues era filósofo y artista, y ambas potencialidades confluían en un sólo hombre, a pesar de que quisiera autoimponerse un rigor lógico imposible.

De hecho, incluso su cuadriculada manera de escribir, propia de un ingeniero, revela una sensibilidad y una calidad estética sobresaliente. No sólo el hecho de que la primera frase sea un perfecto pareado rítmico en alemán –Die Welt ist alles, was der Fall ist[2]–. Sino la armoniosa ilación entre cada uno de sus aforismos, como un extraño poema que expresa exactamente lo que debe ser dicho para representar cada uno de esos pensamientos como es, sin innecesarias explicaciones que lo desvirtúen.

Curiosamente, sobre ello afirma: “En este punto soy consciente de haber quedado muy por debajo de lo posible”. Supongo que, si no fuera una perfeccionista incorregible, en este momento hubiera dicho –qué osadía– que se equivoca de nuevo. Y de hecho es así, aunque cualquier verdadero autor será incapaz de verlo en su propia obra. Por todo esto, yo más bien hubiera terminado el prólogo del Tractatus así:

La forma estética de los pensamientos aquí comunicados me parece, en cambio, intocable y definitiva. Soy, pues, de la opinión de haber replanteado definitivamente, en lo esencial, los problemas. Y, si no me equivoco en ello, el valor de este trabajo se cifra, en segundo lugar, en haber mostrado cuanto se puede hacer aún por resolver estos problemas.[3]

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[1] Cfr.Dennett, D., Ludwig Wittgenstein, Time, March 29, 1999, p. 24.

[2] “El mundo es todo lo que es el caso” de Wittgenstein, L., Tractatus Logico-Philosophicus, Alianza Editorial, 1987, p. 15.

[3] Cfr.: “La verdad de los pensamientos aquí comunicados me parece, en cambio, intocable y definitiva. Soy, pues, de la opinión de haber solucionado definitivamente, en lo esencial, los problemas. Y, si no me equivoco en ello, el valor de este trabajo se cifra, en segundo lugar, en haber mostrado cuán poco se ha hecho con haber resuelto estos problemas” de Wittgenstein, L., Tractatus Logico-Philosophicus, Alianza Editorial, 1987, p. 13.

16 trazos:

Noelplebeyo dijo...

Apague la música para concentrame...la filosofía me supera, ahora se lo que se siente un no geni / y no paso de mal poeta...

Leo por segunda vez / menos me aclaro / pongo la música / una delicia noto su tacto

besos

Anónimo dijo...

Wittgenstein como dice el dicho "genio y figura hasta la sepultura" creo que el primero es muy absurdo sobre todo cuando dijo que tenia la solución a todos los problemas del mundo y el más genial a la vez en su tercer momento con los juegos del lenguaje y su mayor clase impartida por niños de kinder, lee a su discipula Elizabeth mmm. no recuerdo su nombre...
Me gusta la filosofia pero no tanto como a tí por lo que veo, sigue recreando el universo desde tu trinchera....

Raquel Cascales dijo...

Genial, absurdo. Sigamos haciendo ver a nuestro alrededor que todavía podemos hacer más. Sobre todo ahora que hemos visto cuántos problemas quedan por resolver.

Un abrazo!

Acuarius dijo...

luz

AAN dijo...

Cuánto sabes, linda. Gracias por compartirlo con todos :)

Unknown dijo...

“Es que él era un genio” es la excusa más típica de quienes no se atreven a serlo.

Como bien dices los genios no son los que mejores notas sacan, ni los superdotados (y pocos superdotados son considerados genios), sino los que saben ver lo que tienen a su alrededor, los que miran con sus propios ojos lo que poseen.

Ánimo, alma de genio. ;p

Anónimo dijo...

Vaya... Me es difícil comentar en tu blog cuando llego a él para leer lo que has escrito, puesto que mi inteligencia no llega al nivel de la tuya, mucho más avanzada. La mitad del vocabulario ni siquiera lo entendí. Pero, aun así, creo que he podido defenderme... un poquito.
Me parece que me parezco -valga la redundancia- a Wittgenstein -también un poquito-. Pero seguramente sólo sean imaginaciones mías.

Un beso. :)

Isabel Colette dijo...

Noelblepeyo,

No te preocupes, no-genio es la generalidad, pero mal poeta ya son palabras muy duras para ti. Gracias por apagar la música unos instantes, es más de lo que muchos se espuerzan por leer esta clase de cosas.

Saludos

Isabel Colette dijo...

ArdiQ,

Gracias, procuraré seguir tu consejo, auqnue me parece mucho decir que recree el universo... ojalá.

Realmente, la frase que has empleado define perfectamente a Wittgenstein. Y sí, si el primero, el autor del maravilloso Tractatus, fue genial, tanto más lo es el segundo... escribiré sobre él más delante, seguramente.

Y buscaré algo de Eizabeth Anscombe, gracias por la recomendación, tengo muchas ganas de profundizar también en ella, es muy interesante... de momento aquí hay una pequeña referencia con motivo de su fallecimiento. http://www.unav.es/users/Articulo59.html

Un saludo

Isabel Colette dijo...

Raquel,

Has dicho. Sigamos adelante.

Un brazo!

Isabel Colette dijo...

Sol lunar,

Gracias, espero que esa luz te ilumine a tí también, y de paso que la próxima vez que comentes, des muestras de haber leído lo que he escrito.

Isabel Colette dijo...

Aan,

Gracias, preciosa, tu presencia aquí es un gran aliciente para seguir escribiendo y publicando.

Un beso!

Isabel Colette dijo...

Parpadee,

Gracias por tu comentario, es reconfortante que alguien continue con la conversación iniciada en la entrada. Y gracias por tu inmerecido halago.

Tienes razón, las escusas son una triste máscara de la cobardía, y quienes relumbran finalmente entre los suyos, quienes se atreven a mirar por sus propios ojos.

Podemos proponérnoslo, no parece tan dificil, no? XD

Un abrazo.

Isabel Colette dijo...

Cristina,

Muchas gracias por pasarte por aquí, bienvenida.

No creo que necesites (ni de lejos) más inteligencia para leer lo que esribo... tal vez sólo unos cuantos libros más (algún año más) para coger el bagaje léxico^^.

Y seguramente no sean imaginaciones tuyas que te pareces a Wittgenstein, no con ese blog tuyo. Él tiene esa capacidad de despertar algo en la gente inquieta... Al fin y al cabo, Einstein suspendía matemáticas en el colegio...

Un beso.

Unknown dijo...

Mmmmmh.
La genialidad. ¿Quién la reconoce? ¿De verdad uno es un genio porque alguien lo diga? No lo sé. Me centro en las palabras de Wittgenstein. Me llama la atención de lo que has dicho. Artista y filósofo lógico. Interesante combinación.
Algunos dirían que dicotómica, otros que la única posible.
Es interesante que hayas mencionado a este autor, Jolly. Mucho. Mi respeto y admiración hacia tí crece. (Bueno, ya te respetaba, entiendeme, :P)
Me pregunto si la psicología querrá también explicar algo tan abstracto y subjetivo como la música, tratar de analizarla o comprenderla.

Saludos, querida.

Vincent.
(No esoy muy inspirado hoy, semana de perros)

Isabel Colette dijo...

Vincent,

Gracias por tus siempre halagadores (y he de decir exagerados por un prisma demasiado benevolente) cometarios.

Espero que los psicólogos no pretendan explicar la música, aunque estoy segura de que lo habrán intentado... sin embargo, confío sinceramente en que los filósofos lo intenten.

Supongo que quien reconoce la genialidad es el tiempo (no los test o los resultados económicos). Supongo que también hay grandes figuras a las que el tiempo no hace justicia. Probablemente no sea preciso delimitarlo objetivamente, sino que se trata de algo que siempre se reconoce en forma de realción con los demás y con nosotros mismos. Wittgenstein sabía que era genial, y con eso le bastaba. Todos sabemos de otras personas geniales, y ellos no le dan importancia... creo, sin embargo, que tengo que pensar más sobre ello.

En cuento a la combinación de artista, filósofo (y científico), a mí me parece realmente maravillosa y beneficiosa para el pensamiento, individual y como aportación a la humanidad. En parte es también una necesidad de las grandes mentes de hacer de su mundo una unidad global y coherente.

Como yo soy tan hiperactiva (que no gran mente por ahora) me resulta especiamente esperanzador, porque es como si alguien me dijera: ¡Es posible! ¡Sigue adelante!

Hagamos caso, ¿no crees?. Un saludo y buenas lunas,

The Jolly Joker