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miércoles, 25 de febrero de 2009

Sueños

Oihane sale de clase encantada. La razón de que vaya dando saltitos por la calle está en la mochila rosa que sujeta su madre. En ella está su ropa de ballet, zapatillas, medias, malla. Hoy podrá utilizarlas.

Una vez en la academia, corre a los vestuarios a buscar a sus compañeras. Está ahí su amiga del alma, compañera del colegio. Empiezan a gastar bromas rápidamente, convirtiendo en juego cualquier situación. Una niña pelirroja y pecosa, sentada en un banco, les observa con timidez, sonriendo suavemente. Lleva una larga coleta, que no sabe recogerse en el moño reglamentario, así que sus compañeras se lo hacen, encantadas de jugar con tan adorable muñeca.

Mientras le ayuda, Oihane lanza miradas,furtivas a la puerta cerrada del baño. Cuando oyen el chasquido del pestillo, las niñas se arremolinan alrededor parloteando sin parar, como si llevaran todo el rato en el pasillo. La joven de dentro ya está vestida con ropa de baile. A diferencia de las niñas, que llevan todas una malla rosa salmón, la monitora va de negro. Lleva tirante fino y medias oscureciéndole los brazos. A veces viste falda, a veces calentadores. Las niñas sueñan con el día en que tengan el privilegio de elegir su ropa y variarla en lugar de llevar uniforme.

La profesora abre la puerta del estudio, dejando salir a las “pequeñas”. La mujer da la clase, y la monitora se pone obedientemente al frente de las niñas como una más. Su papel es de azafata, que ejemplifica las indicaciones de la maestra.

Oihane la observa para repetir todo lo que hace. La maestra ordena que se pongan de puntillas, y las pequeñas dirigen inmediatamente sus miradas a los pies de la maniquí. Lleva zapatillas de punta y estira flexiblemente el empeine para colocarse totalmente erguida sobre ellas. Oihane se ríe de emoción por dentro, porque eso le hace recordar que en enero ellas también empezarán a ensayar en puntas.

Cuando las niñas salen para volver a casa, la monitora se queda en clase. Entra otra “mayor”. Trabajarán hasta tarde. Oihane decide por fin hacer algo a lo que nunca se había atrevido. Se asoma por la puerta a ver cómo bailan las dos chicas. Pero se están cambiando de zapatillas mientras charlan. Oihane puede ver sus dedos ensangrentados.

Al girarse, Oihane se encuentra de frente con la frágil niña pelirroja. Le invita a que se asome, pero ella niega con la cabeza.

- Ya le he dicho a mi abuela –le explica muy seria–, que yo quiero aprender a bailar muy bien, pero no ser bailarina.

Oihane abre la boca para replicarle que no le importa, que ella sí va a ser bailarina, una bailarina tan buena como las mayores, y que saldrá en los teatros. Pero por alguna razón no le salen las palabras. Se mira los pies, enfundados en unas botitas floreadas. Y sale corriendo a buscar a su madre.

6 trazos:

Noelplebeyo dijo...

Bella historia donde se condensa la ilusión de los niños, el esfuerzo, el sacrificio, la ingenuidad y la duda de saber quien de todas eres tú ....

Saludos

Unknown dijo...

Los sueños de los niños pequeños suelen ser siempre a lo grande. Les sobrepasan. Los sueños de los mayores suelen ser del mismo tamaño, más o menos, aunque pequeños en comparación a lo que crece su cuerpo y su alma.

Oihane tiene suerte, se ha topado con alguien que le ha hecho pensar.

Raquel Cascales dijo...

Siempre nos haces soñar con tus historias. Sigue bailando pequeña bailarina. No hay nada como el sueño de un niño despierto.

Un abrazo!

Isabel Colette dijo...

Noelplebeyo,

Gracias, me alegra que hayas sabido ver todo eso en este cuentecillo...

Y responderé a tú duda: yo soy la monitora de negro, y Oihane, Natalia (la niña pelirroja) y las demás son mis monitoreadas de verdad... incluso el comentario de Natalia es verdadero, la única ficción es la historia en sí... y una vez también fui una de esas niñas cuya máxima aspiración era abandonar el uniforme rosa.

Un saludo.

Isabel Colette dijo...

Parpadee,

Entonces tenemos que hacer que nuestros sueños crezcan en proporción a nuestra alma (con mi cuerpo no harían mucho, la verdad).

Si, ha tenido suerte.

Un saludo.

Isabel Colette dijo...

Raquel,

Gracias. Por soñar con mis sueños y animarme a continuar con ellos.